sábado, 18 de diciembre de 2010

La educación en valores

 El concepto del valor
(Fuente: Guía didáctica para la educación en valores, Rosa Herrera)

Los valores son cualidades por las que un individuo es estimado y aceptado.

Los valores son los distintos modos de concretar o determinar la verdad y el bien que constituyen los fines naturales del hombre.
Son aquello que miden las cosas, el metro que nos dice lo que cada cosa significa realmente para nosotros.

Los valores son criterios para la acción. Lo queramos o no, lo sepamos o no, todos actuamos contando ya según unos valores determinados.

Clasificación de los valores:

Morales: Perfeccionan al hombre a si mismo, en su esencia como persona. Por ejemplo: justicia, templanza, fortaleza, prudencia.

Sociales: Perfeccionan al hombre en su relación con los demás. Por ejemplo: amabilidad, honestidad, servicio, solidaridad, patriotismo.

Intelectuales: Perfeccionan al hombre en su aspecto, razón, intelecto, memoria. Ejemplo: ciencia, artes, conocimiento, sabiduría.

Técnicos: Perfeccionan al hombre ayudándolo a tener mejores condiciones de vida. Por ejemplo: estudio, organización, trabajo, creatividad.

Vitales: Perfeccionan al hombre en su aspecto fisio- biológico. Po ejemplo: agilidad, fuerza, salud, deporte, placer, ejercicio.
El conjunto de valores que uno tiene y en función de los cuales actúa se toman de tres fuentes principales:

1. lo que está vigente en la sociedad en la que se vive y que uno ve como normal;
2. lo recibido por medio del aprendizaje y la educación, tanto en las instituciones educativas como en la familia;
3. lo descubierto por medio de la experiencia personal, aún indirectamente, a través de la amistad.

El conjunto de este modo asimilado forma una tabla de valores personal y propia, que nos dice qué cosas tienen importancia para nosotros. Para el hombre, lo que le importa es lo valioso, lo que para él es serio, lo que vale la pena, aquello a lo que no está dispuesto a renunciar.

Sin embargo, en esa tabla no todo es igualmente importante: los valores tienen una jerarquía. Algunos son más altos, y están clavados en lo más hondo de la persona, y otros son más bajos y periféricos; nos afectan menos, porque están en la superficie de la vida personal. Conforme a nuestra tabla de valores, distribuimos la realidad según nos importe más o menos, y en consecuencia prestamos más o menos atención a las cosas a la hora de actuar.

Lo interesante es preguntarse cuáles son los valores por los que cada uno se rige, cuál es su propia tabla, y qué jerarquía tiene.
La importancia de los valores se advierte en el hecho de que ellos son los que ponen en marcha los sentimientos. Cuánto más importante es algo para nosotros, más intensamente lo sentimos.

Los valores decisivos apelan y llaman a la totalidad del hombre, y por tanto también a su afectividad: por ejemplo, el sentimiento de solidaridad para salvar unas vidas humanas amenazadas, o los sentimientos patrióticos en tiempos de guerra.

Los valores no son algo neutral y frío, sino algo que nos importa.

2. ¿Por qué educar en valores?
Todas las personas gozan de igualdad de oportunidades para desarrollar su potencial, por medio de un proceso educativo centrado en valores humanos, morales y espirituales. (Declaración de la visión global, punto 5)

Los valores son la meta y el medio a la vez.

Los primeros años de vida son determinantes para que nuestra integración a la sociedad sea adecuada a las normas, costumbres y valores ético-morales que esta postula como válidos y prioritarios para su propio progreso económico y cultural.

La pedagogía de los valores es hoy, más que nunca, una exigencia ineludible, dado que los valores son metas que guían la acción.
El mundo y el conocimiento son construidos socialmente, todas las personas nos podemos considerar como participantes activos en este proceso.
Por esta razón y como educadores debemos tener conciencia de nuestro rol y de la manera como ayudar a nuestros alumnos a construirse también socialmente.

Es por esta razón que consideramos la educación moral como una construcción en la cual la escuela, la familia, los iguales, tienen un papel muy importante.
Puesto que la sociedad está en constante proceso de cambio, las necesidades intelectuales y las prioridades también son cambiantes. Por lo tanto y como consecuencia de ello, el concepto de infancia o de niño, también debe reestructurarse progresivamente.

3. Objetivos de la educación en valores
(extraido de Brama Kumaris valores para vivir):

1. Colaborar con los niños, niñas y jóvenes a reflexionar sobre los distintos valores y ayudarles a entender su aplicación práctica:
• en relación a ellos mismos,
• los demás,
• la sociedad y el
• mundo en general
2. Inspirar a los niños, niñas y jóvenes a elegir sus propios valores personales, sociales, morales y espirituales.
3. Favorecer elecciones de forma que puedan participar en la comunidad con respeto, entendimiento, confianza y compromiso.
4. Enseñarles métodos prácticos para desarrollarlos y profundizar en ellos. Por ejemplo:
• el uso del diálogo para la construcción de principios y normas
• ensayar formas de pensar y actuar en la resolución de conflictos de valores
5. Animar a educadores y padres de familia a practicar los valores y educar en ellos. (El niño nos escucha poco pero nunca deja de copiarnos.)

Reflexión y evaluación en la educación en valores:
Lo que sí es viable y aconsejable es el poder conocer diversas experiencias y formas diferentes de tratar esta temática pero es cada institución y cada educador el que reflexionará y diseñará cómo sistematizar el trabajo de los valores en su entorno.

Además, hemos de reflexionar sobre el tema y ser responsables del “modelo” de reflexión y de intervención didáctica que construimos (evaluación)

También debemos tener en cuenta que el modelo al que lleguemos no podemos darlo nunca por acabado ni podemos pensar que no se puede mejorar. Trabajamos en valores constantemente, puesto que los transmitimos consciente o inconscientemente, en todas las actividades que proponemos a los niños o en nuestra relación con ellos.
Lo importante es no dejar de pensar y reflexionar sobre qué valores queremos transmitir y reflexionar si son estos los que transmitimos o quizás transmitimos los contrarios.

Es decir, quizás quiero que unos niños y niñas sepan escucharse unos a otros y yo soy el primero que no los escucho a ellos. Quizás me gusta que me den los buenos días y yo no se los doy a ellos. Estas son situaciones que se dan, provocadas muchas veces, por la rutina de la cotidianeidad y que nos pueden pasar a nosotros. Solamente reflexionando en el día a día podemos darnos cuenta de ello y re-pensar nuestra tarea de educadores y educadoras.

El resultado de nuestro trabajo ha de ser pues, el resultado de cada día, de la paciencia, de la interacción, del dominio de conocimientos... y es un resultado que se irá evaluando sobre el tiempo, es un trabajo de “hormiguita”, es la maduración lenta de un fruto, pero de un fruto muy importante, delicado y especial: es el fruto de la calidad de Humanidad del futuro.

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